martes, 31 de marzo de 2015

El Enano de Gredos. Capítulo 4.



Capítulo 4. DON MARTÍN DÁVILA.



Martín salió huyendo con el cuerpo de Isabel abrazado, realmente no sé que pretendía, quizá quería protegerla después de muerta de aquellos que tanto daño le habían hecho, quizá  fue por sentirse culpable de su muerte al no llegar a tiempo, esta vez no fui capaz de leer sus pensamientos, el dolor os hace a los humanos tan impredecibles…
Trataron  de darle caza, Don Gonzalo con su séquito y la santa hermandad salieron tras él, siguiendo sus huellas en la nieve. Don Álvaro acusó a Martín de ser el asesino de Isabel, podría sacar provecho de la situación tan desastrosa para su economía.
Rastreando con perros fueron persiguiéndolo, pero  me he  encargado de borrar su rastro  con una ventisca de  nieve y hielo.

Martín es el mejor conocedor de Gredos, va a ser difícil que lo encuentren, ha llegado a la gran laguna, es un sitio muy recóndito, no sabe que le persiguen, pero  tampoco parece que le importe, está ciego de dolor…


Ha ido al sitio que mejor conoce, la laguna grande que hay a los pies de la gran montaña, la de Almanzor. Está todo nevado y helado, es un cadáver andante, con una muñeca en sus brazos,  mira alrededor, con sus ojos arrasados,  la ha dejado sobre la nieve con mucha dulzura, como si pudiera romperse en mil trozos,  escarba en la nieve… y encuentra debajo una flor, la pone entre sus manos, la noche será larga…y el día aún más.
Llorará sin cesar, la tiene abrazada, agua de hielo en la gélida laguna. Yo he silenciado mi voz sobre la nieve, Martín no me escuchará…

Creo que se va a dejar morir, de frío, de dolor, de duelo…, ahí lleva varios días, la nieve casi les cubre a los dos.
Espera, se mueve, se ha levantado y mira alrededor como si no supiera dónde está, seguirá viviendo…, al menos en apariencia, ha dejado a Isabel enterrada en la nieve junto a la laguna y se ha sentado en una roca con la mirada perdida.

Cuando la nieve retroceda  le hará una tumba junto a la laguna, pero él sigue regando la nieve con sus lágrimas…


             “ La nieve cae
                en la laguna
                y me cubre
               sin tregua.


           El hielo congela
              la montaña
                y toda
             mi alma…

          Isabel,
         porqué Isabel,
        en tu tumba de hielo
        y yo en la mía de piel.

           El sol no calienta
            en la lápida
           que oprime
           mi pecho.


         La niebla cubre
          las cumbres,
          mis ojos
         y mi razón.


           Isabel,
          mi vida Isabel,
         en tu fosa de nieve
          y yo en la mía de hiel…



             El viento helado
           gime triste
           entre las rocas,
          y en mis oídos.

     
         La luna fría
          asoma blanca
            entre los riscos,
           e hiela mis manos.


           Isabel,
          mi niña Isabel,
          de hielo   será tu losa
         de lágrimas será la mía…


         
         Los arroyos helados
           son cristales
           de hielo
          en mis venas.


          Los bosques
           tan vacíos
          de vida
          en mi cuerpo.


         Isabel,
         para siempre Isabel,
         en tu sepulcro de cristal
         y yo en el mío también…”



Martín ya no es humano, es un espectro, desde hace meses deambula por las montañas sin rumbo fijo, pero todos los días antes de amanecer aparece junto a la laguna y llora en la tumba de su amada. Luego se sube a un risco, a uno de los más altos  y contempla el infinito con la mirada perdida.
 Creo que espera que yo le empuje, no lo haré…

            “ Muere el amanecer
              con el canto del mirlo
              muere en charco ocre
             muere en propia sangre.


             Y la humedad de su dolor
             roza indescriptiblemente
             la punta de mis dedos
            también ya muertos.


            Muere sobre mis ojos
            cegándome en ríos
            muere entre mis brazos
            tan siempre vacíos.

          
            Y cada día muero
            con los primeros rayos,
            y cada día siento
            como huye mi aliento.


             Muere gimiendo silencio
            con palabras de rocío,
             muere silbando aromas
            con notas de poniente.

             Y cada día muero
            aunque no quiero,
            y cada nuevo día espero
            aunque no creo,
           que alguna mañana,
            ya no sea muerte…”


Hoy Martín se ha acercado a un pueblo, lo hace con frecuencia últimamente, creo que a veces piensa en volver, no sabe que han puesto precio a su cabeza y que su casa y todos sus bienes se los repartieron entre Don Álvaro y Don Gonzalo, han hecho un buen negocio del suicidio  de Isabel.
Pero hay algo que le retiene en la montaña, y rehúye de cualquier contacto con cualquier ser de su especie, yo le hablo con frecuencia, pero no me escucha.
Está escondido entre unos matorrales viendo a dos niños jugar junto al río,  viene con mucha fuerza por el deshielo, disfruta viendo a los niños, pero… cuidado, un pequeño resbala y se cae a la fuerte corriente…
Martín sale corriendo y sin dudar se lanza al agua, llega hasta el niño, lo abraza y lo envuelve con su cuerpo para protegerlo de las rocas, se está golpeando con ellas…ha conseguido agarrarse a una y ha sacado al niño a salvo fuera del agua… pero él se escurre y sigue corriente abajo golpeándose y golpeándose contra todo, se está destrozando todo el cuerpo…mucho más abajo en un recodo del río, ha quedado tumbado en la orilla… creo que éste será su final.